I




El segundo seguía su marcha, aferrado a un lugar que ya no podría ser suyo. Ya era tarde para seguir mirando por la ventana. A veces temía que alguien fuera a disparar hacia ella y se desparramaran mis sesos en la alfombra. Estaba blanca... era blanca en realidad. Cuando llego era un poco amarilla, diría yo. La lavé con cloro hasta que quedo blanca e hiciera juego con el resto del cuarto. Que también era blanco. Me gustaba el blanco; yo era así.
Hace dos años que vivía así, mi madre que ya no me quería y alquilo este apartamento para que viviera lejos del ruido, lejos de ella, lejos de la ciudad... donde el segundo pasaba y yo solo lo veía. Donde primero los sueños fueron ocres, y ahora todos eran blancos.
Alrededor vivía una gente extraña, digo extraña porque no las conocía; sentía que cargaban algo contra mí y me miraban feo. O eso quería creer. En realidad todos aquí eran intrascendentes para todos, o eso alcanzaba a ver. Las vidas estaban unos centímetros más cerca, pero toda una vida más lejos.
Los diciembres fueron tristes porque mama nunca llamo, porque aquí no celebraban nada, porque aquí todo nacía muerto. Un pesebre que cagaban los perros y un niño Dios mordido que adornaba un hueco en el suelo, al lado de una mierda de perro mal cagada y llena de gusanos.
Los eneros pasaban, solo pasaban. Los febreros también pasaban y llovía, era lo único que me entretenía. Los marzos... ah malditos marzos como los odio. Y el resto de meses, todos menos octubre, cuando cumplía años: Era el único día que me hacía sentir vivo, paradójicamente cuando estaba más cerca de mi muerte.
Seguía viendo la ventana y retirándome de ella a pocos, el arma apuntaba desde abajo y yo tenía que estar alerta. A veces se me olvidaba pero al recordar quitaba la cabeza y miraba hacia abajo entre las cortinas, tratando de que el asesino no me viera, mostrándole que yo era más hábil y más veloz que su gatillo, mostrándole que no iba morir así tan fácil.
-dispárame, dispárame. ¡No seas cobarde!- decía saliendo de la cortina y mirando por la ventana
-¡vamos cobarde! dispárame –continuaba, y el sonido de los grillos inundaba el lugar... mi ventana daba a un bosque y se alcanzaba a escuchar un rio... por ese bosque pasaba un delgado camino que no tenia luz en la parte mi edificio...
-¡cobarde!-decía mientras me reía a carcajadas y los grillos seguían en su concierto... algún sonido extraño salió de los arboles. Yo me tire al suelo; respiraba rápido. Creo que fue un sapo, me dije. Ya estaba cansado y me fui a dormir... mañana era un día largo. Mañana debería empezar una vida.



Sorbía su sopa insípida de fideos y mascaba lentos, vívidos pensamientos. Cansado de vivir en permanente frustración, en una espera gris y apabullante: De mi perseguidor, de la muerte que afanosamente busque sin encontrar, del reposo que escasamente merezco. Una nueva, almidonada y crujiente vida. Por donde se empieza a desentrañar este confuso tejido?
El delirio pasó también, el asesino fallo la cita pero queda la persistente tensión macabra. Soy un personajillo sórdido escapado de un paranoico cuento de lovecraft. Para melodramas ya tengo esta vida. Para llenarme de miedo insondable tenía el paso de los habitantes de la planta baja que se deslizaban como sombras a través de mi piso de madera. Fantaseaba un asesinato masivo, me regodeaba en tortuosas ideas.
Mama murió hace ya 6 meses, fui informado por la escueta carta de algún lejano abogado. Murió en silencio y solitaria. La triste y rabiosa espera de su llamada al menos pasaba y terminaba con ella.
El dinero dejo de llegar poco a poco y me he visto obligado a salir de mi refugio. Ah, mierda. El principio de realidad, el voraz pulso que hace que las personas se muevan y persistan en la duda, a pesar de ella, y que para mi resulta inexplicable. Inútil divagación patafisica que tengo que tragar con fideos antes de volver a la búsqueda de mi sustento. Como ganarme la papita lejos de los tentáculos y de mis amadas y temidas ruinas de las montañas? Como mantener mis amados títulos aristocráticos sin el dinero que los sustente? Alejado de mi decadente, y ahora insostenible, romanticismo gotico de que manera puedo dar rienda suelta a mi locura?
Cualquier cosa lejos de las alcantarillas y los acueductos (bocas negras del piso). Podría trabajar en un centro de atención telefónica y dispersaría un poco de mi paranoia a los incautos y desafortunados clientes con los que hablara desde mi oscura y mal ventilada centralita…
divagaciones insipidas. He encontrado unos pocos pesos refundidos en un antiguo abrigo y decido que la mejor manera de disipar todas las confusas formas que pueblan mi cabeza es con un poco de bebida, antes de emprender la titánica tarea de conseguir un trabajo..mas bien poblar mi cabeza con nuevas sombras que cubran las formas.