VI


Bastante intoxicado y sin dinero para un taxi. Imperceptiblemente la medianoche se me mete en el cuerpo. Camino hacia la plaza con la vaga intención de buscar un sitio para descansar, zigzagueo hacia la plaza cantando entre dientes una canción de ebrio y riendo por lo bajo. Recorro el paseo donde están las estatuas de los poetas y les saludo con una inclinación de cabeza, dejo atrás las cabinas telefónicas y los baños públicos. Me desvio del camino y empiezo a atravesar la alameda rumbo al pequeño estanque, en la zona mas recóndita de la plaza donde nadie se aventuraría a esta hora de la noche y me molestaría. Cuando estoy a punto de tirarme sobre una de las bancas que rodea la pileta siento un ruido a mi espalda pero al girarme no veo nada. Escucho risas cascadas y afiladas, súbitamente mi embriaguez desaparece y soy presa del pánico. Nadie se aventuraría a menos que fuera un ebrio estúpido...o un criminal, o un animal salvaje; reí nerviosamente ante esta ultima posibilidad y empeze a deshacer el camino en búsqueda de la seguridad del bar. La alameda es espesa y la luz de la pálida luna se cuela con dificultad atravez de las ramas. Abruptamente, desde mi izquierda, una sombra se desprende de un álamo, un trozo de oscuridad cobra vida y se lanza sobre mí, con un grito furioso la rechazo y trato de correr pero un bonito y frondoso álamo se estrella contra mi nariz y me lanza al suelo. Puedo escuchar antes de desmayarme la misma risa de unos momentos antes.
Un zumbido, un intensificarse dramático de la luz y luego una niebla de puntos de colores, abro y cierro mis ojos varias veces tratando de enfocar. Desearía no haberlo conseguido porque el espectáculo de mi blanco cuerpo desnudo se me ofrece aterrador. he sido victima de vulgares ladrones, como una broma final y humillante me han desnudado antes de poner pies en polvorosa, o tal vez ha sido su retaliación por no encontrarme un solo objeto de valor encima a excepción del reloj de papa que ahora lamento no haber empeñado por una botella. Rio como un loco, desencajado. Contemplar la situación en la que me encuentro es intolerable, voy a perder la poca cordura que me queda. ¿Que perversa entidad se esta cebando con mi sufrimiento? grito y lloro, rio como un loco mientras corro alrededor del estanque.
-hijueputaaaaaaaaaa!. Mi vida se ha convertido en el curso de 48 horas en una odisea incomprensible y ridícula fruto de la imaginación de un orate retorcido. Lo primero es salir de aquí, conseguir algo con que cubrir mi desnudez y luego de alguna manera tratar de conseguir unos pesos para el taxi; tal vez el viejo del bar aun no haya cerrado, tal vez una parejita de adolescentes lujuriosos trate de encontrar refugio en el bosquecillo, tal vez consiga matarlos con mis propios dientes. Tal vez pueda vivir para siempre en el bosque, desnudo y en contacto con la naturaleza, alimentándome de ardillas o ratas.
Tal vez sea mejor apresurarme: la madrugada se acerca ineluctablemente. Cerca de los baños públicos encuentro unas hojas de periódico y, todavía riendo, fabrico con ellas un taparrabos medianamente decente. Me miro en el espejo de los baños y ensayo varias poses, lanzo un guiño coqueto y salgo en dirección a el bar. Prudentemente miro a ambos lados de la calle antes de dejar completamente la seguridad de la plaza. El carro que se detiene junto a mi me toma por sorpresa ya que solo un minuto antes he mirado en todas direcciones y me alistaba para correr en dirección al cafetin.de su interior brotan piropos grotescos y risas groseras, una lluvia de silbidos y algún liquido que luego compruebo que son orines me bañan. Del auto descienden tres hombres grandes y se inicia entre nosotros un violento forcejeo, yo fiero como una niña de cinco años grito. Segundos después soy finalmente reducido. En el interior del baúl gimoteo y enloquezco. Antes de caer desmayado pienso que lo único peor que estar desnudo dentro del baúl de un carro con cuatro hombres enormes rumbo a un destino desconocido, es no tener un poco de whisky.