I




El segundo seguía su marcha, aferrado a un lugar que ya no podría ser suyo. Ya era tarde para seguir mirando por la ventana. A veces temía que alguien fuera a disparar hacia ella y se desparramaran mis sesos en la alfombra. Estaba blanca... era blanca en realidad. Cuando llego era un poco amarilla, diría yo. La lavé con cloro hasta que quedo blanca e hiciera juego con el resto del cuarto. Que también era blanco. Me gustaba el blanco; yo era así.
Hace dos años que vivía así, mi madre que ya no me quería y alquilo este apartamento para que viviera lejos del ruido, lejos de ella, lejos de la ciudad... donde el segundo pasaba y yo solo lo veía. Donde primero los sueños fueron ocres, y ahora todos eran blancos.
Alrededor vivía una gente extraña, digo extraña porque no las conocía; sentía que cargaban algo contra mí y me miraban feo. O eso quería creer. En realidad todos aquí eran intrascendentes para todos, o eso alcanzaba a ver. Las vidas estaban unos centímetros más cerca, pero toda una vida más lejos.
Los diciembres fueron tristes porque mama nunca llamo, porque aquí no celebraban nada, porque aquí todo nacía muerto. Un pesebre que cagaban los perros y un niño Dios mordido que adornaba un hueco en el suelo, al lado de una mierda de perro mal cagada y llena de gusanos.
Los eneros pasaban, solo pasaban. Los febreros también pasaban y llovía, era lo único que me entretenía. Los marzos... ah malditos marzos como los odio. Y el resto de meses, todos menos octubre, cuando cumplía años: Era el único día que me hacía sentir vivo, paradójicamente cuando estaba más cerca de mi muerte.
Seguía viendo la ventana y retirándome de ella a pocos, el arma apuntaba desde abajo y yo tenía que estar alerta. A veces se me olvidaba pero al recordar quitaba la cabeza y miraba hacia abajo entre las cortinas, tratando de que el asesino no me viera, mostrándole que yo era más hábil y más veloz que su gatillo, mostrándole que no iba morir así tan fácil.
-dispárame, dispárame. ¡No seas cobarde!- decía saliendo de la cortina y mirando por la ventana
-¡vamos cobarde! dispárame –continuaba, y el sonido de los grillos inundaba el lugar... mi ventana daba a un bosque y se alcanzaba a escuchar un rio... por ese bosque pasaba un delgado camino que no tenia luz en la parte mi edificio...
-¡cobarde!-decía mientras me reía a carcajadas y los grillos seguían en su concierto... algún sonido extraño salió de los arboles. Yo me tire al suelo; respiraba rápido. Creo que fue un sapo, me dije. Ya estaba cansado y me fui a dormir... mañana era un día largo. Mañana debería empezar una vida.



Sorbía su sopa insípida de fideos y mascaba lentos, vívidos pensamientos. Cansado de vivir en permanente frustración, en una espera gris y apabullante: De mi perseguidor, de la muerte que afanosamente busque sin encontrar, del reposo que escasamente merezco. Una nueva, almidonada y crujiente vida. Por donde se empieza a desentrañar este confuso tejido?
El delirio pasó también, el asesino fallo la cita pero queda la persistente tensión macabra. Soy un personajillo sórdido escapado de un paranoico cuento de lovecraft. Para melodramas ya tengo esta vida. Para llenarme de miedo insondable tenía el paso de los habitantes de la planta baja que se deslizaban como sombras a través de mi piso de madera. Fantaseaba un asesinato masivo, me regodeaba en tortuosas ideas.
Mama murió hace ya 6 meses, fui informado por la escueta carta de algún lejano abogado. Murió en silencio y solitaria. La triste y rabiosa espera de su llamada al menos pasaba y terminaba con ella.
El dinero dejo de llegar poco a poco y me he visto obligado a salir de mi refugio. Ah, mierda. El principio de realidad, el voraz pulso que hace que las personas se muevan y persistan en la duda, a pesar de ella, y que para mi resulta inexplicable. Inútil divagación patafisica que tengo que tragar con fideos antes de volver a la búsqueda de mi sustento. Como ganarme la papita lejos de los tentáculos y de mis amadas y temidas ruinas de las montañas? Como mantener mis amados títulos aristocráticos sin el dinero que los sustente? Alejado de mi decadente, y ahora insostenible, romanticismo gotico de que manera puedo dar rienda suelta a mi locura?
Cualquier cosa lejos de las alcantarillas y los acueductos (bocas negras del piso). Podría trabajar en un centro de atención telefónica y dispersaría un poco de mi paranoia a los incautos y desafortunados clientes con los que hablara desde mi oscura y mal ventilada centralita…
divagaciones insipidas. He encontrado unos pocos pesos refundidos en un antiguo abrigo y decido que la mejor manera de disipar todas las confusas formas que pueblan mi cabeza es con un poco de bebida, antes de emprender la titánica tarea de conseguir un trabajo..mas bien poblar mi cabeza con nuevas sombras que cubran las formas.

II





iban a inaugurar una centro de atencion telefonica en la ciudad(mas cerca de la civilizacion) y necesitaban nuevos operadores para esos cargos. Ya era hora de encontrar empleo. El poco dinero que quedaba de mi madre ya estaba en sus últimas y tarde o temprano tendría que pagar el arriendo; no tenia mas donde vivir. El abogado se había quedado con la casa de mi madre.
La cita era a las 11:00 am, cerca de la ciudad, a unos veinte minutos de los edificios campestres donde vivía; avenida estación, cerca al almacén donde vendía ropa para pobres (“por kilos”) que se había colado por ese sitio. Todavía tenía algo de ese espíritu aristocrático de hace muchos años. Todavía era habitado por importantes personajes: algunos ex compañeros de mi madre, y el otrora senador, con quien todo mundo decía que ella tenía sexo. Tal vez el almacén había hecho un buen negocio al instalarse por esos lares; le daba algo de elegancia a las compras familiares de la plebe.
Me bañe con rapidez, algunos fideos se habían regado en la alfombra. Saque un cepillo y empecé a limpiar hasta que quedo de nuevo blanco. No quede muy satisfecho, pero ya era tarde... entre en la cocina; siempre estaba sucia, y varias botellas de whisky me recordaba que no solo debía pagar el arriendo, si no hacerme a algo de licor para soportar esta irascible paranoia. También había platos sucios, cajas de domicilios, la estufa llena de grasa y unas costras negras, una lama verde empezaba a adueñarse de unos vasos donde unas semanas atrás había comido unos cereales con leche. La cocina estaba mugrosa y hacia contraste con la sala: ese cuarto blanco donde tenía mi alfombra. Le daba un buen aspecto al apartamento si se miraba desde la puerta, pensarían que la elegancia de la familia no se habría perdido en mi... bueno, tampoco dejaba que nadie entrara... e igual: nadie venia.
Coloque el cepillo cerca de una lavadora vieja que me traje de casa y salí caminando hacia la puerta no sin antes coger los papeles que debía llevar a la entrevista. Miré de nuevo la alfombra. Todavía se veía la huella de los fideos. No soporte la imagen y de nuevo volví a limpiarla.
Cuando estuve satisfecho observe el reloj, me levante, cogí de nuevo los papeles, miré de nuevo la alfombra: se veía mejor, pero ya era tarde; tenía que apresurarme. Abrí silenciosamente la puerta, me recostaba contra la pared mientras trataba de mirar por los lados: no había nadie. Respiré, salí sigiloso y mirando hacia los lados.

Dejé atrás las colinas, las pilas frías de basura y escombros humeantes. Me encuentro ataviado con un raido traje hábilmente disimulado por un abrigo que, aunque muy viejo, luce aun lustroso. Me he bañado esta mañana a pesar del frio y de esta maldita tos que me ha atacado durante las últimas noches y por lo tanto luzco un aspecto muy saludable. Creo que soy un poco como este abrigo maltrecho que conserva a pesar de todo un poco de su dignidad. Ja, Dignidad! Debo aferrarme a toda costa de cualquier inútil idea si quiero hacerme de este trabajo. Mi situación comienza a hacerse bastante desesperada: mi salud empeora y mi cordura es como un barco ebrio que amenaza naufragar en cualquier momento. Superficie, superficie. Cordura. Centro, centro. El puto bus que va para el centro! ¡ese me sirve!, carajo. Por poco y se me escapa. Desesperado extiendo la mano y grito como un poseído: un momento!
La señora gorda me pisa y cuando mascullo mi dolor entre dientes me mira como si le hubiera cogido el culo. Veo un asiento al fondo y compito con la mujer embarazada que acaba de montarse al bus y en el último momento se lo gano. Hago como si no escuchara su insulto. El viejo jubilado que va a mi lado dormita y deja escapar un fino hilo de babas en el que me quedo largo tiempo absorto hasta que me arrebata de su encanto una aguda y molesta vocecilla que clama por la atención de los ilustres pasajeros, vende maní o calaveras de dulce. Yo veo bichos muertos saliendo de una bolsa que sostiene en sus descarnadas manos. Las rechazo horrorizado cuando me los alarga. Alguien canta una canción. Estoy a punto de gritar; desconfio de estos tipos, desconfio de todos en este bus. Con la señora embarazada hay que ser precavidos tambien.
La bestia metálica con entrañas de lumpen me vomita cerca de la central de teléfonos, en la haroldzenrivasnplatz. Miro el reloj de bolsillo de mi padre (que me he resistido a entregar al maldito viejo usurero de la prendería como el resto de las joyas que aun conservaba de la vieja) y compruebo que aun tengo unos minutos antes de que sea mi turno, tiempo suficiente para unas copillas en un café-billar que mis hábiles y rapaces ojos de dipsomaniaco ha encontrado en la esquina de la plazoleta.
El clima del cafetín es cálido y acogedor. El aire esta impregnado de orín, vomito y papa rellena trasnochada. De los parlantes fluye una untuosa melodía que satura el aire: -tan bonita para que/ si no tiene alma/ tan bonita para que/ si no tiene corazón-. Pido un aperitivo y me acodo en la barra, tratando de evitar cualquier tipo de contacto visual con los perdedores y malvivientes que salen de las esquinas y las mesas como arañas. Tomo el trago de un solo golpe. Pido uno nuevo que paladeo lentamente. Pido otro mas, que consumo con aire apresurado después de consultar nuevamente el reloj. Empiezo a sentir un agradable calor que emana de mi pecho. Una sensación de laxitud me invade y de afecto por todos estos monstruos abyectos que me rodean. Un viejo se me acerca. Es calvo y mórbidamente obeso, respira con dificultad y esta ostensiblemente ebrio. Quiere conversar con alguien. Después de algunos tragos mas me doy cuenta que es la persona que debe hacerme la entrevista de trabajo, o eso dice. Después de pagar por una botella y cuando nos encontramos cómodamente ubicados en un reservado, me dice que el trabajo pensaba dárselo a una mujer bonita y pectopulenta pero que mi estampa contrahecha y raída le ha hecho gracia y el trabajo es mío. Agradezco al diablo por mi buena suerte levantando mi copa. Brindo con el grotesco personaje y cantamos a grito herido algún tango que no se como se llama. Se piden nuevas copas, unas papas rellenas. parte de ellas cae en mi inmaculado abrigo. Recordé la mancha pertinaz de la alfombra y la ridícula compulsión de la que muchas veces soy presa. No me importó; Estaba curado gracias al alcohol por el momento. Podría husmear en los más sórdidos basureros por una copa más. El hombre, que ahora se que se responde al colorido nombre de libardo (como si estuviera predestinado a libar como un poseído) se ha fabricado un curioso sombrero con su periódico y a mis ojos es como el retrato de un guapo prócer. Antes de darme cuenta a nuestra mesa se han acercado un par de mujeres bamboleantes y han proferido todo tipo de imprecaciones contra mi nuevo jefe: Chanzas socarronas de viejos amigos. Cierro los ojos y el mundo se funde en negro.
Estoy caminando. Los edificios desafían la lógica y la geometría humana y parecen abalanzarse sobre mi (si, mama: 2 litros de aperitivos y uno mas de whisky, algunas cervezas) y es entonces cuando escucho los ruidos gogloteantes y chapoteantes que suben de las alcantarillas, me entiendes? Y la oscuridad lo envuelve todo y el olor penetrante y nauseabundo de mil putrefacciones me atenaza. Doy un grito y me desvanezco.

Despierto cuando el sol me da en los ojos. No se como, pero me encuentra tirado en el suelo de mi apartamento. Tengo la boca llena de cal y los ojos abiertos. El aire impregna la sala. Con que curiosa e hiriente morbosidad espia cada rincon de mi apartamento! con cuanto placer el maldito -hiena descubre el muladar de mi cocina y los cacharros sucios en medio de los que vivo! Cuando de camino al baño me miro en el espejo me doy cuenta que tengo el hijo de puta pelo y las pestañas completamente chamuscadas.

Y ahora llego tarde a mi primer día de trabajo.

Me baño con una ligera rabia, cuando me dispongo a salir !maldición!: la alfombra tiene cal.

III






Salí hacia el paradero, recordé mi paranoia y miraba hacia los lados... dando vueltas completas en la calle cuando la duda me asaltaba (y cuando sentía que no había mucha gente mirando). Maldita paranoia, me dije, y traté de olvidarla. Ahora soy un hombre con suerte no hay duda de eso. Después de todo conseguir trabajo no es tan difícil como mucha gente lo hace parecer. Don Libardo parece ser un buen tipo a pesar de su grotesca apariencia, pensé

De nuevo el bus. La misma lucha de siempre: la gorda, el viejo, la embarazada, un tipo miserable que se monta a vender chucherías... Pocas veces monté en este aparatejo maloliente, me impregnaba del olor del populus, me impregnaba de su pobreza. Claro que esta vez lo merecía: me estaba volviendo parte de ellos, la muerte de mi familia y mi vida de fantasía se había ido al caño. "ese niño nunca será capaz de vivir por sí mismo" le decía mi abuela a mi padre, siempre que, ante una rabieta, solucionaba todos mis problemas (comprando las soluciones, o encargándose de ellas). Y al parecer esa vieja desgraciada "dueña de unos modales exquisitos" siempre tenía razón. Menos cuando intentó jugar polo de nuevo: "estás vieja abuela, te vas a caer del caballo" le dije. Ése día el de la razón fui yo. Una razón desafortunada ciertamente, pero con algo de valor para mí; pocas veces acerté de tal manera.

Mi madre siempre me enseño a odiar a los pobres y negros, y a desconfiar de ellos (tal vez de ahí venia algo de mi paranoia) mi padre era un hombre amable y tenia grande respeto por ellos: "han sufrido bastante, déjalos vivir tranquilos", decía en medio de la cátedra de mi madre de cómo gustarle a la gente como nosotros. De alguna manera la temprana muerte de mi padre(cuando yo tenía 12 años) me convirtió en este ser que odiaba lo bajo, en esa copia de mamá y en el vivo manual de sus enseñanzas... si hubiese sido criado a la par con mi padre, a la larga, tal vez sería una mejor persona. Pero eso si, mas inútil todavía.

Pero pobre mamá, no sabía nada sobre los negocios de mi padre, y fracasó rotundamente en su intento por emprenderlos, nuestra elegancia se mantuvo a flote por la herencia de mi padre. Aunque ciertamente dinero tampoco me faltó.
"ese niño debería encargarse de eso" "que aprenda el negocio del padre" recuerdo de nuevo a la vieja chismosa después del pomposo entierro de papa. No dejaba de sentirme un poco humillado mientras mama sacaba su casta, y con esa seguridad que la caracterizaba decía "ya tengo todo bajo control", mientras todos la miraban con compasión, sabiendo de su inutilidad para todo y morboseando su extrema belleza.

Los recuerdos se esfumaron al soportar una frenada en seco del bus, un olor a aire comprimido entro por mis fosas nasales haciéndome recordar mi miseria, pero a la vez mi alegría porque iba a trabajar; no era tan inútil después de todo. ¡Maldito bus! con mi paga compraría un auto, no pregunté cuanto me pagarían!maldición!, me dije. Creo que para uno alemán alcanza, suspiré tranquilizado hasta que sentí de nuevo el olor a aire comprimido y aguanté la respiracion. Lo blindaría y así andaría más tranquilo por esta ciudad.


Recordé a Libardo y empecé a analizar a ese tipejo: gordo, ebrio, una taberna de mala muerte, sombrero de papel... algo empezaba a preocuparme ¿era ese un hombre que administrara una empresa telefónica?... pues en este lugar se ve de todo. Al pensar eso me tranquilizaba: Los pobres tienen derecho a ese tipo superiores, me imagino. Que les pongan todos los mediocres que quieran a gobernar sus mundos, igual yo vivo en otro. Me golpeé la frente con mi mano: vivía!

Hoy llevaba el cabello bien peinado, el saco seguía limpio así que no me molesté en lavarlo. Seguía pensando y viendo la gente que caminaba bien vestida hacia sus trabajos. Me baje del bus: estaba frente a mi nuevo trabajo, respiré hondo: que empiece esta mierda.

Entré mirando hacia los lados a la gente, mucha me daba desconfianza, trate de ignorarlos pero habían caras que no era dignas de ninguna confianza, ni de estrecharles la mano, y menos darle la espalda. Había un desgraciado que me miraba feo. Pobre idiota, no sabe a quien mira, miserable.
Se me acerco una hermosa mujer bien vestida y me pregunto que deseaba, yo le dije que venia a trabajar, que donde estaba mi oficina.
-¿Ah usted es el nuevo?-dijo mirando mis cejas
-sí, señorita
-está bien, espéreme aquí. ¿Cómo dice que se llama?
-W. señorita, W.
-Un momento
En esos momentos un hombre muy elegante entraba por la puerta principal, y llegaba la muchacha con un hombre ciertamente anciano... -este no es Diana, es aquél, el que entra por allá-dijo señalando al hombre que entraba-saquen a este tipo- vociferó mientras detallaba mis cejas, y los vigilantes me cogían de los brazos,
-un momento, llamen a don Libardo, llamen a don Libardo!... ey! respete, no sabe con quién se mete gorila! llamen a don Libardo, el gordo del sombrero de papel- decía mientras me sacaban del lugar
-aquí no trabaja ese tal tipo-me dijo el vigilante mientras salíamos por la puerta. Despues miró mis cejas.

Era tanta la rabia que me es difícil describirla... ¿entienden?

Quede en shock por un momento, y negaba con la cabeza mientras trataba de comprender la situacion. El vigilante me miraba, como riendose de mi desgracia, alguna gente de las oficinas se asomaban por las ventanas y hablaban entre ellos, señalándome. No aguanté mas esa situacion y salí enceguecido por la furia hacia el billar, allá tenía que estar ese desgraciado que se burló de el honor de mi familia. No soy un tipo fuerte, pero se las tendría que ver conmigo ese cerdo grasoso y maloliente.

Llegué a la taberna, el mismo ambiente estaba instalado ahí, era una máquina del tiempo ese lugar, siempre estábamos en el mismo segundo; acá no mandaba el tiempo. Había algo más fuerte que lo burlaba: el alcohol, y la mariguana que flotaba por el sitio. Eché un vistazo al lugar: personajes detestables dormidos en la mesa, asquerosos ancianos en busca de putas. Paneaba el lugar y la rabia seguía ahí... ¡allí estaba!, al fondo tirado en una esquina: ese grotesco gordo... cogí un asiento que estaba por ahí y lo lance con fuerza mientras abría camino en ese desorden, y el humo me abría las fosas nasales. Al llegar un fuerte olor a orín emanaba de esa bola de grasa.
-Gordo hijueputa, párese de ahí-le decía. Yo pocas veces decía groserías; mamá me lo enseñó ("eso es de la plebe"). Pocas veces las decía. Pero en este momento ya no importaba. Tenía rabia, y si: empezaba a ser parte de ellos. La cosa no se movía, así que le insulté mas veces mientras lo pateaba con fuerza. Él seguía tirado allí entre su orín y cochinada, y nada lo quitaria de esa posicion. Tal vez soñaba con las putas.

La rabia se me iba quitando al ver que no reaccionaba ni contra las fuertes patadas y menos los insultos... ya empezaba a sentir que la gente me miraba, y el ambiente me daba vueltas... sentía que alguien llegaría por la espalda y me asestaría un golpe. Todo esto era algo planeado contra mí. Tal vez necesitaban órganos para vender en el mercado negro.No soporte mas la paranoia, la rabia se me había pasado, y no tenía alcohol ni dinero para comprarlo, mi cerebro estaba a punto de estallar. Y hacia lo posible por creer que nadie me miraba y nadie venía detrás, pero la ansiedad me carcomía y no sabía qué hacer. es como cuando uno siente que algo malo va a suceder, pero a la vez no quiere creer y todo en el aire se está gestando para que suceda, mientras uno lo sigue negando... pateé de nuevo a ese gordo, se volteó en el suelo. ¡Allí estaba su billetera!. "Esto es un adelanto, despues saldaremos la deuda animal grasoso", murmure. Saqué unos cuantos billetes (los de mayor denominacion) y me fuí a la barra. “vodka por favor”

IV




"la llame insistentemente, la invoque e insulte de mil formas
Tome una mujer y la convertí en fantasma.Aplaste una cantidad inconmensurable de palabras
Y respiros,
Destripe, con mis propias manos
Pájaros de de irradiantes plumas Leí en sus entrañas
Calamidad, peligro de muerte Cama habitada por fantasma, ideas de suicidio .Amor que lo destroza todo.
aplaste la pagina, encendi un cigarrillo y hurgue botellas vacias. proyecte sus ojos en el cielo. me salieron alas. fui a trabajar. fui funcional y productivo. fui un fantasma.
No pude ver mi reflejo en sus ojos
Tome una mujer y cree un fantasma.

Están estos días de sueños grises, de aguas turbias detrás de los ojos
Días en los que su cabello negro se teje como una fina telaraña sobre la duermevela
Y trato de Reconstruir su mano con impericia:
Soy un mal artesano A veces lo logro, otras no
Solo consigo crear niebla, Suspensión, un cumulo de sombras, Indiferente llovizna
Una figura diminuta en silencio
Como una diosa de la edad de piedra
Oculta en la
Tierra volcánica

Ya no es más usted
Es solo sombra."

V


“Y súbitamente todo empezó a aclararse..." Chejov




-¿De quién es esto?- pregunte al improvisado barman meciendo la hoja en el aire.
-¿Qué?- respondió mal encarado el tipo- ah, eso... debe ser de Libardo, el gordo que esta dormitando allá-dijo señalando hacia el fondo, donde minutos antes yo había pateado a ese cerdo y le había el robado dinero que me tenía bebiendo. Sentía un poco de tranquilidad en mis labios y el vodka volvía suave y amistoso ese ambiente...
-ese cerdo ignorante que va escribir eso-dije desdeñando con las palabras entrecortadas y balbuceadas gracias al alcohol. No podía creer que ese animal grotesco pudiese hacer algo medianamente bien. Me habían enseñado a apreciar las artes, mi madre me inculcaba la poesía, aunque yo creo que ella no entendía nada de lo que leía “esto es de gente culta e intelectual” decía mientras me recitaba algunos poemas; para recitarlos tenia gracias... no lo puedo negar.
El barman me siguió mirando mientras limpiaba una jarra
-que mira- le dije con rabia
-¿va a tomar más o qué?- me respondió de una manera más agresiva
-sí, pero dígame lo que sepa de ese gordo- sirvió vodka en la copa. Algo se me tenía que ocurrir para vengarme de ese gordo
-¿y es que le gusta o qué?
-si me gusta! y que- dije con agresividad, el alcohol ayudaba, y el improvisado barman no le importaba nada siempre y cuando bebiera.
-haber...-dijo en un nuevo y aterciopelado tono que casi hace que me caiga de la silla- Este tipo lleva mucho tiempo en este bar. Hace mucho tiempo tuvo famita de poeta y tal.. Dicen los que saben que podía haber sido muy bueno.
Dirigí mi mirada burlona hacia el amasijo de carne y piel rota que yacía mas allá y que a mis ojos podría mas bien haber sido un electricista decente o un albañil mas que un potencial Mallarmé o Baudelaire.
-Este café fue tertuliadero de poetas y grandes hombres de la política. Gente importante!- comento exultante el camarero mientras señalaba con un amplio gesto del brazo el local oscuro donde estábamos. Pasee mi mirada incrédula por el local lóbrego con olor a orines y cubierto con una alfombra de aserrín y que distaba mucho de ser el parnaso o una cuna de artistas.
-Acá se reunían todos los duros! Pero luego se agravo la crisis y la violencia y fue cayendo de categoría hasta que termino siendo guarida ratas y de desempleados y de putas que atienden por unas pocas migajas y dan polvos de hambre -. Mierda, ahora lentamente se transforma esto en una arenga sobre las politicas sociales, lo que me faltaba aguantar de este viejo pedo! Trate de concentrar su atención en el poeta ebrio de la esquina que se revolcaba un poco y farfullaba palabras incomprensibles en su inconsciencia

-El famoso café Volga –Suspiro-. Mucho mal viviente, mucha puta, Mucha basura. Libardo sobresalía porque era un pobre miserable pero al menos había escrito cosas y gente elegante lo buscaba. Le compraban lo que escribía aunque muchas veces el no quisiera-. Me sirvió una nueva copa y tomo su segunda y continuo con su tono amistoso y confidencial. -A lo mejor le tocaba por el hambre y por la enfermedad de la vieja. En fin, Libardo cometió el error que cometemos todos alguna vez y se enamoro de una mujer muy fina y elegante y empezó a escribirle unos poemas largos y complicados mientras se hacia cada vez mas descuidado. Se fue volviendo raro, me entiende, y la gente empezó a burlarse de el, y este tipo mientras se fue consumiendo de amor y se fue olvidando de todo el mundo, hasta de su vieja que se moría de frio en una buhardilla no muy lejos de aquí. Un día en una de esas borracheras recibió el encargo de componer unos versos de amor para uno de los ricos filipichines que lo buscaban acá, hijo de uno de los jueces más importantes de toda la ciudad, pero un huevon con todas las ganas y más bruto que una mula. Todos lo conocían por sus conquistas entre las niñas bien y entre sus madres: las reputadas señoras de la alta-. En este punto corono lo que suponía un agudo comentario sociológico con un grotesco guiño que, sin embargo, me causo mucha gracia y me hizo reir a carcajadas. El sobresaliente poeta romántico ebrio de la esquina trataba de levantarse de su propio orín y baba. Parecía reír también con nosotros.
-Libardo en un ultimo momento se acordó de su vieja madre y vendió con rabia los poemas que había escrito con tanto esfuerzo y amor y que nunca había tenido las pelotas de mandar-. Tome mi copa y brinde imperceptiblemente con el camarero, sorprendido de su penetrante capacidad de análisis. Inmediatamente después Brinde conmigo mismo en el espejo de la barra, sorprendido de mi impresionante capacidad de ridiculez. la borrachera se me empezaba a salir jalada como a un musidrama. el cantinero abrio un par de botellas de cerveza.
- por curiosidades de la vida resulto que la mujer en cuestión era la misma que había enamorado a nuestro poeta y se entrego rendida al pisco rico este, encantada por los poemas que Libardo le había escrito sin atreverse a entregar y que de una u otra manera le llegaron a sus manos. Libardo quedo muy mal. Su mama murió un poco mas tarde ese mismo invierno. El pobre se volvió orate. Ahora vive de escribir poemitas y cartas de compromiso que cada vez son menos coherentes pero que la gente le compra mas por caridad o por curiosidad; alguna otra gente llega a veces de lejos y lo visitan, le compran algunos tragos. Se ha vuelto casi una atracción para turistas y por eso ya casi que vive aquí en la plaza y nos lo aguantamos. A veces encuentra un incauto como usted y le hace esas bromas que tanto disfrutamos los pocos de los viejos que quedamos en el café y conocemos el drama de su vida.- viejos bastardos, pensé. Habían observado todo lo que me había pasado y además lo habían disfrutado. recorde mis pestañas chamuscadas, el embarazoso incidente de la oficina, los gritos, el panico y los mareos: la infinita verguenza y desee asesinar a este maldito vejestorio pero creo que habia llenado mi cuota diaria de violencia explosiva y me encontre muy cansado. vi un poco de mierda o de sangre en mi pantalon.
El sobresaliente poeta romántico ebrio orate de la esquina, se había levantado sin que yo lo notara y ataviado ya con su sombrero de papel se acercaba y ganaba mi espalda, tense los puños esperando el inminente ataque y lentamente me gire hacia el con mirada en guardia. El me paso de largo sin reconocerme, perdido en los reflejos de las luces de plaza que ahora se empezaban a encender en el enorme espejo de la barra. –Whiskey- pidió.
Era casi de noche ahora. El camarero empezó los preparativos para los funcionarios alcohólicos que lentamente empezaban a emerger de sus mausoleos de hormigón y acero y me dejo solo con esta sombra con sombrero. Colgado de mi copa pude empezar a paladear mis pensamientos. Deje que mi mirada aleteara sobre la plaza y se uniera al vuelo de las campanas de la catedral que anunciaban que el tiempo seguía su marcha ineluctablemente. y tambien mi ira. Conté el resto del dinero que tenia, lo envolví en un pañuelo junto con el poema que había llamado mi atención y los deje en la barra con la recomendación de que fueran entregados a su dueño original.

-Casi lo matas y ahora cedes a esta debilidad patética de espíritu, tu cabronazo ¡Plétora de contradicciones! -
Ya habra lugar para la venganza luego.

VI


Bastante intoxicado y sin dinero para un taxi. Imperceptiblemente la medianoche se me mete en el cuerpo. Camino hacia la plaza con la vaga intención de buscar un sitio para descansar, zigzagueo hacia la plaza cantando entre dientes una canción de ebrio y riendo por lo bajo. Recorro el paseo donde están las estatuas de los poetas y les saludo con una inclinación de cabeza, dejo atrás las cabinas telefónicas y los baños públicos. Me desvio del camino y empiezo a atravesar la alameda rumbo al pequeño estanque, en la zona mas recóndita de la plaza donde nadie se aventuraría a esta hora de la noche y me molestaría. Cuando estoy a punto de tirarme sobre una de las bancas que rodea la pileta siento un ruido a mi espalda pero al girarme no veo nada. Escucho risas cascadas y afiladas, súbitamente mi embriaguez desaparece y soy presa del pánico. Nadie se aventuraría a menos que fuera un ebrio estúpido...o un criminal, o un animal salvaje; reí nerviosamente ante esta ultima posibilidad y empeze a deshacer el camino en búsqueda de la seguridad del bar. La alameda es espesa y la luz de la pálida luna se cuela con dificultad atravez de las ramas. Abruptamente, desde mi izquierda, una sombra se desprende de un álamo, un trozo de oscuridad cobra vida y se lanza sobre mí, con un grito furioso la rechazo y trato de correr pero un bonito y frondoso álamo se estrella contra mi nariz y me lanza al suelo. Puedo escuchar antes de desmayarme la misma risa de unos momentos antes.
Un zumbido, un intensificarse dramático de la luz y luego una niebla de puntos de colores, abro y cierro mis ojos varias veces tratando de enfocar. Desearía no haberlo conseguido porque el espectáculo de mi blanco cuerpo desnudo se me ofrece aterrador. he sido victima de vulgares ladrones, como una broma final y humillante me han desnudado antes de poner pies en polvorosa, o tal vez ha sido su retaliación por no encontrarme un solo objeto de valor encima a excepción del reloj de papa que ahora lamento no haber empeñado por una botella. Rio como un loco, desencajado. Contemplar la situación en la que me encuentro es intolerable, voy a perder la poca cordura que me queda. ¿Que perversa entidad se esta cebando con mi sufrimiento? grito y lloro, rio como un loco mientras corro alrededor del estanque.
-hijueputaaaaaaaaaa!. Mi vida se ha convertido en el curso de 48 horas en una odisea incomprensible y ridícula fruto de la imaginación de un orate retorcido. Lo primero es salir de aquí, conseguir algo con que cubrir mi desnudez y luego de alguna manera tratar de conseguir unos pesos para el taxi; tal vez el viejo del bar aun no haya cerrado, tal vez una parejita de adolescentes lujuriosos trate de encontrar refugio en el bosquecillo, tal vez consiga matarlos con mis propios dientes. Tal vez pueda vivir para siempre en el bosque, desnudo y en contacto con la naturaleza, alimentándome de ardillas o ratas.
Tal vez sea mejor apresurarme: la madrugada se acerca ineluctablemente. Cerca de los baños públicos encuentro unas hojas de periódico y, todavía riendo, fabrico con ellas un taparrabos medianamente decente. Me miro en el espejo de los baños y ensayo varias poses, lanzo un guiño coqueto y salgo en dirección a el bar. Prudentemente miro a ambos lados de la calle antes de dejar completamente la seguridad de la plaza. El carro que se detiene junto a mi me toma por sorpresa ya que solo un minuto antes he mirado en todas direcciones y me alistaba para correr en dirección al cafetin.de su interior brotan piropos grotescos y risas groseras, una lluvia de silbidos y algún liquido que luego compruebo que son orines me bañan. Del auto descienden tres hombres grandes y se inicia entre nosotros un violento forcejeo, yo fiero como una niña de cinco años grito. Segundos después soy finalmente reducido. En el interior del baúl gimoteo y enloquezco. Antes de caer desmayado pienso que lo único peor que estar desnudo dentro del baúl de un carro con cuatro hombres enormes rumbo a un destino desconocido, es no tener un poco de whisky.

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