III






Salí hacia el paradero, recordé mi paranoia y miraba hacia los lados... dando vueltas completas en la calle cuando la duda me asaltaba (y cuando sentía que no había mucha gente mirando). Maldita paranoia, me dije, y traté de olvidarla. Ahora soy un hombre con suerte no hay duda de eso. Después de todo conseguir trabajo no es tan difícil como mucha gente lo hace parecer. Don Libardo parece ser un buen tipo a pesar de su grotesca apariencia, pensé

De nuevo el bus. La misma lucha de siempre: la gorda, el viejo, la embarazada, un tipo miserable que se monta a vender chucherías... Pocas veces monté en este aparatejo maloliente, me impregnaba del olor del populus, me impregnaba de su pobreza. Claro que esta vez lo merecía: me estaba volviendo parte de ellos, la muerte de mi familia y mi vida de fantasía se había ido al caño. "ese niño nunca será capaz de vivir por sí mismo" le decía mi abuela a mi padre, siempre que, ante una rabieta, solucionaba todos mis problemas (comprando las soluciones, o encargándose de ellas). Y al parecer esa vieja desgraciada "dueña de unos modales exquisitos" siempre tenía razón. Menos cuando intentó jugar polo de nuevo: "estás vieja abuela, te vas a caer del caballo" le dije. Ése día el de la razón fui yo. Una razón desafortunada ciertamente, pero con algo de valor para mí; pocas veces acerté de tal manera.

Mi madre siempre me enseño a odiar a los pobres y negros, y a desconfiar de ellos (tal vez de ahí venia algo de mi paranoia) mi padre era un hombre amable y tenia grande respeto por ellos: "han sufrido bastante, déjalos vivir tranquilos", decía en medio de la cátedra de mi madre de cómo gustarle a la gente como nosotros. De alguna manera la temprana muerte de mi padre(cuando yo tenía 12 años) me convirtió en este ser que odiaba lo bajo, en esa copia de mamá y en el vivo manual de sus enseñanzas... si hubiese sido criado a la par con mi padre, a la larga, tal vez sería una mejor persona. Pero eso si, mas inútil todavía.

Pero pobre mamá, no sabía nada sobre los negocios de mi padre, y fracasó rotundamente en su intento por emprenderlos, nuestra elegancia se mantuvo a flote por la herencia de mi padre. Aunque ciertamente dinero tampoco me faltó.
"ese niño debería encargarse de eso" "que aprenda el negocio del padre" recuerdo de nuevo a la vieja chismosa después del pomposo entierro de papa. No dejaba de sentirme un poco humillado mientras mama sacaba su casta, y con esa seguridad que la caracterizaba decía "ya tengo todo bajo control", mientras todos la miraban con compasión, sabiendo de su inutilidad para todo y morboseando su extrema belleza.

Los recuerdos se esfumaron al soportar una frenada en seco del bus, un olor a aire comprimido entro por mis fosas nasales haciéndome recordar mi miseria, pero a la vez mi alegría porque iba a trabajar; no era tan inútil después de todo. ¡Maldito bus! con mi paga compraría un auto, no pregunté cuanto me pagarían!maldición!, me dije. Creo que para uno alemán alcanza, suspiré tranquilizado hasta que sentí de nuevo el olor a aire comprimido y aguanté la respiracion. Lo blindaría y así andaría más tranquilo por esta ciudad.


Recordé a Libardo y empecé a analizar a ese tipejo: gordo, ebrio, una taberna de mala muerte, sombrero de papel... algo empezaba a preocuparme ¿era ese un hombre que administrara una empresa telefónica?... pues en este lugar se ve de todo. Al pensar eso me tranquilizaba: Los pobres tienen derecho a ese tipo superiores, me imagino. Que les pongan todos los mediocres que quieran a gobernar sus mundos, igual yo vivo en otro. Me golpeé la frente con mi mano: vivía!

Hoy llevaba el cabello bien peinado, el saco seguía limpio así que no me molesté en lavarlo. Seguía pensando y viendo la gente que caminaba bien vestida hacia sus trabajos. Me baje del bus: estaba frente a mi nuevo trabajo, respiré hondo: que empiece esta mierda.

Entré mirando hacia los lados a la gente, mucha me daba desconfianza, trate de ignorarlos pero habían caras que no era dignas de ninguna confianza, ni de estrecharles la mano, y menos darle la espalda. Había un desgraciado que me miraba feo. Pobre idiota, no sabe a quien mira, miserable.
Se me acerco una hermosa mujer bien vestida y me pregunto que deseaba, yo le dije que venia a trabajar, que donde estaba mi oficina.
-¿Ah usted es el nuevo?-dijo mirando mis cejas
-sí, señorita
-está bien, espéreme aquí. ¿Cómo dice que se llama?
-W. señorita, W.
-Un momento
En esos momentos un hombre muy elegante entraba por la puerta principal, y llegaba la muchacha con un hombre ciertamente anciano... -este no es Diana, es aquél, el que entra por allá-dijo señalando al hombre que entraba-saquen a este tipo- vociferó mientras detallaba mis cejas, y los vigilantes me cogían de los brazos,
-un momento, llamen a don Libardo, llamen a don Libardo!... ey! respete, no sabe con quién se mete gorila! llamen a don Libardo, el gordo del sombrero de papel- decía mientras me sacaban del lugar
-aquí no trabaja ese tal tipo-me dijo el vigilante mientras salíamos por la puerta. Despues miró mis cejas.

Era tanta la rabia que me es difícil describirla... ¿entienden?

Quede en shock por un momento, y negaba con la cabeza mientras trataba de comprender la situacion. El vigilante me miraba, como riendose de mi desgracia, alguna gente de las oficinas se asomaban por las ventanas y hablaban entre ellos, señalándome. No aguanté mas esa situacion y salí enceguecido por la furia hacia el billar, allá tenía que estar ese desgraciado que se burló de el honor de mi familia. No soy un tipo fuerte, pero se las tendría que ver conmigo ese cerdo grasoso y maloliente.

Llegué a la taberna, el mismo ambiente estaba instalado ahí, era una máquina del tiempo ese lugar, siempre estábamos en el mismo segundo; acá no mandaba el tiempo. Había algo más fuerte que lo burlaba: el alcohol, y la mariguana que flotaba por el sitio. Eché un vistazo al lugar: personajes detestables dormidos en la mesa, asquerosos ancianos en busca de putas. Paneaba el lugar y la rabia seguía ahí... ¡allí estaba!, al fondo tirado en una esquina: ese grotesco gordo... cogí un asiento que estaba por ahí y lo lance con fuerza mientras abría camino en ese desorden, y el humo me abría las fosas nasales. Al llegar un fuerte olor a orín emanaba de esa bola de grasa.
-Gordo hijueputa, párese de ahí-le decía. Yo pocas veces decía groserías; mamá me lo enseñó ("eso es de la plebe"). Pocas veces las decía. Pero en este momento ya no importaba. Tenía rabia, y si: empezaba a ser parte de ellos. La cosa no se movía, así que le insulté mas veces mientras lo pateaba con fuerza. Él seguía tirado allí entre su orín y cochinada, y nada lo quitaria de esa posicion. Tal vez soñaba con las putas.

La rabia se me iba quitando al ver que no reaccionaba ni contra las fuertes patadas y menos los insultos... ya empezaba a sentir que la gente me miraba, y el ambiente me daba vueltas... sentía que alguien llegaría por la espalda y me asestaría un golpe. Todo esto era algo planeado contra mí. Tal vez necesitaban órganos para vender en el mercado negro.No soporte mas la paranoia, la rabia se me había pasado, y no tenía alcohol ni dinero para comprarlo, mi cerebro estaba a punto de estallar. Y hacia lo posible por creer que nadie me miraba y nadie venía detrás, pero la ansiedad me carcomía y no sabía qué hacer. es como cuando uno siente que algo malo va a suceder, pero a la vez no quiere creer y todo en el aire se está gestando para que suceda, mientras uno lo sigue negando... pateé de nuevo a ese gordo, se volteó en el suelo. ¡Allí estaba su billetera!. "Esto es un adelanto, despues saldaremos la deuda animal grasoso", murmure. Saqué unos cuantos billetes (los de mayor denominacion) y me fuí a la barra. “vodka por favor”